domingo, 1 de marzo de 2009

Español 0, Real Madrid 2

Cuando vi que Guti se preparaba para salir pensé ay. Y ay fue.
El Madrid es un equipo curioso: está lleno de jugadores cada vez más raros y de nombres impronunciables (uno tiene que ir mirando la alineación constantemente por saber quién es quién... ¡en el Madrid!), pero luego meten los goles Guti y Raúl, como hace 10 años.
Me gustó el partido del Español. Si juega así el resto de la liga no se ha de temer nada: Casillas tiene una mano prodigiosa para salvar lo que ya estaba dentro, pero no todos los porteros son Casillas. La liga empieza a decidirse con el Mallorca, dentro de 15 días.
El partido de anoche da para reflexionar sobre los efectos de la toma de decisiones, sobre la complejidad y al mismo tiempo simplicidad del fútbol. En un partido hay cientos de jugadas, de pases, de movimientos, de aciertos, de fallos... pero para la historia —para el resultado— de todo el partido a veces sólo cuenta una única decisión. Y el acierto o el error en ella desencadena el destino. Ocurre como en las obras teatrales de Chejov: en el primer acto el protagonista pone el clavo donde en el último se ahorcará. En el partido del Sevilla, en la media parte, Pochettino tenía que hacer un cambio de centrocampistas para sacar a Iván. Tenía dos posibilidades: Lola, que estaba jugando muy bien, pero tenía una tarjeta; y Román, que andaba algo desacertado. Tomó la decisión que también yo hubiera tomado: dejó a Lola sobre la hierba. Este hecho, que podía no haber tenido ningún efecto, acabó siendo el decisivo del partido: la expulsión del Lola cambió el argumento y condujo al 0-2. Anoche, en la alineación de salida sólo había una plaza que decidir. El resto estaba ocupada por sus titulares. ¿Lola o Román? No sé muy bien la razón que le llevó a Pochettino a sacar a Román. La verdad es que me gustó anoche. Es un jugador muy difícil de entender: es capaz de hacer cosas sorprendentes para remediar pequeños desastres: por ejemplo, es capaz de recuperar con rapidez y sentido de la jugada una pelota que acaba de perder tontamente. Pero en la grada no gusta demasiado. Es lento. Es inverosimilmente lento. Desespera los segundos que pierde en reconducir el balón. Anoche lo hizo bien, estuvo atento, se adelantó montones de veces, estuvo a punto de tener protagonismo ofensivo (pero no se atreve, nadie se atreve a tenerlo —tal vez un poco Lola al final, en la última jugada: un pequeño asomo de esperanza—), pero (ayudado siempre por el árbitro) hizo la absurda falta que les dio el partido al Madrid. Desde que la pitó, se vio el gol. Y lo fue. Antes el Madrid no había hecho absolutamente nada. Es curioso cómo una decisión, entre miles de cosas que hay que decidir, puede tener tanta trascendencia. Si Román hubiera marcado un gol, escribiría lo mismo pero en sentido opuesto: el acierto del entrenador en su alineación. De todas formas creo que Pochettino se está dando cuenta de estas cosas tan alambicadas de la función de entrenador, y va ajustando bien sus decisiones al argumento del partido. Ha de aprender: no deja de ser un novato.
No se ganó al Madrid, pero el Español jugó bien. Es muy difícil tumbar a dos gigantes seguidos: el rodillo de millones de euros pasó por encima del ajustado presupuesto local (que tiene un agujero negro por donde el dinero se va: quizá el mejor campo de fútbol de segunda división —era lo que todos pensábamos al salir de Montjuïc, una noche más, cabizbajos—).

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