domingo, 15 de marzo de 2009

Español 3, Mallorca 3

Pongamos que en lugar de ir a un campo de fútbol, el aficionado ha entrado en un cine. El protagonista de la película —no se sabe muy bien aún por qué razón— se ha puesto a caminar sobre la balaustrada de una azotea. Al otro lado está la calle: veinte pisos más abajo. A este, las baldosas de la terraza, tan cerca y a la vez como inalcanzables. Ha empezado a caminar deprisa, acaso pensando que al final de los equilibrios podrá saltar hacia el lugar seguro. Como equipo, se planta en el campo y se acerca a la portería con la intención de estar más cerca de la azotea que de la intemperie de la calle. Un pequeño tropiezo: Tamudo lanza al palo. Un segundo tropiezo: Tamudo lanza a las nubes. No pasa nada. El protagonista sigue avanzando. Da un paso un poco más largo y resbala: Tamudo marca un gol legal, pero el árbitro no está para legalidades y se lo niega. No importa. Sigue caminando sobre la balaustrada. A un lado, la azotea; al otro, el abismo. El personaje da un salto por ir más deprisa y el tobillo se le tuerce y cae del costado peor. El Mallorca lanza una pelota en parábola que va como la mosca a la tela de araña. Se ha quedado agarrado a la valla por las manos. Con las piernas patalea y empieza a alzar el cuerpo hasta la estrecha baranda: Callejón empata. Y cuando está a punto de alzarse, se desprende un pedazo de cornisa y vuelve a quedarse en el vacío: Moisés se va a la calle porque al árbitro anular un gol legal le parece escasa hazaña. Patalea, pero el viejo cemento ya no sujeta los ladrillos y estos se van desprendiendo uno (1-2) tras otro (1-3). El personaje se ve colgado de una sola mano hacia el abismo mientras la araña que ha atraído tantas moscas camina en dirección a sus dedos con intención de aguijonearlos y mandar al equipo directamente al fondo del acantilado. Está a punto de despeñarse, pero no sabe cómo una mano consigue agarrarse a la otra: De la Peña, una vez más como delantero centro, resuelve con la misma maestría; y las rodillas encuentran un ápice de cornisa que resiste a su estrechez —como de libre indirecto dentro del área pequeña— a la que se aferra para no caer desplomado: Nené empata el partido. Y en ese momento, la proyección se interrumpe, las luces se encienden, se anuncia el Servicio de Bar y aparece el rótulo más temido: Continuará.
¿Seguiremos cayendo por el abismo por donde nos estamos despeñando o nos salvará la azotea de un gol de Coro en el último minuto? 12 partidos: larguísima agonía.

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