Anoche fui al campo de Cornellà como solía ir a Monjuïc, cargado de jerseys y chaquetas. Qué frío hacía, aún en época de buen tiempo. En Cornellà no sólo la visibilidad de todo el campo es estupenda, sino que además ¡no se pasa frío! No tiene las corrientes que campaban por los agujeros de allá arriba. Aquí se está bien sentadito, sin aire, con la estufa de cuarenta mil personas sufriendo. Así que tuve que cargar con la mochila inútil toda la tarde. Bueno, para volver me puse un chalequillo porque en la calle refrescaba.
En el campo. La verdad es que es resultado fue exagerado para lo que se vio. El Madrid de este año no se anda con metafísicas: demasiados millones. No es invulnerable, pero para hacerle daño hay que estar más afinado, cerrar mejor las jugadas y, sobre todo, tener un pelín más de puntería. Eso lo da la liga, y el Español parece que esté aún en pretemporada: juega mejor la primera parte que la segunda. Y sobre todo no está para gestas heroicas, como la que quiso hacer en la segunda mitad y desazonó al equipo. Si uno se olvida del resultado y de los 0 puntos (el año pasado, me digo, en la segunda jornada íbamos líderes de la liga, con 6 puntos... y bueno), el equipo me gustó. La defensa empieza a solidificarse. David García estuvo sublime en algunos momentos. Qué jugador más impresionante. Y lo mejor es que hace las cosas con tanta naturalidad que parece que no haga nada. Y los millones que mantuvo inoperantes anoche gran parte del partido es algo que sólo hacen los cracs. Me gusta también que el entrenador apueste por Chica. Le falta algo de finura, pero es un jugador que me encantaría que se consolidara. Es todo corazón. Forlín creo que se ajusta bien a lo que se necesita en ese puesto. Los tres goles son anecdóticos al lado del montón de jugadas infernales que desbarataron al Madrid. Porque la delantera del Madrid este año es una pesadilla. Y ya empiezan a conjuntarse... que era la única esperanza que uno podía tener, que estuvieran aún en pañales. Pero no.
A las líneas de arriba les falta un poco de rodaje, creo, para desmontar los muros rivales. Trazaron jugadas preciosas, que sólo les faltó un palmo para hacernos saltar a los cuarenta mil. Todo eso llegará, estoy seguro, en cuanto se vaya jugando con regularidad, aquí y allá. Anoche lo único que no acabó de gustarme fue, y lo digo con gran tristeza, dos de los jugadores que más admiro: De la Peña y Tamudo.
De la Peña salió con un exceso de motivación, como un motor revolucionado. Eso podía haber funcionado, pero creo que decentró al equipo —sin una buena pretemporada— más que le ayudó. Fue una pena que saliera a una velocidad diferente a la que andaban los demás jugadores. Me dio la impresión de que no le entendían, como si su fútbol hablara una lengua extranjera.
Ah, Tamudo. Deambula más que juega. Se lamenta más que gestiona. La décima de segunda esa que tenía como delantero la ha perdido, y eso le convierte en previsible. Siempre está a un paso de la pelota. Pero estar a un paso de la pelota significa que la pelota no entra nunca en la portería rival. Y cuando falla se lamenta con gran intensidad, y creo que ese lamentarse lo empeora: desdobla al delantero entre quien fue y querría seguir siendo y quien es. No sé si me explico. Un delantero falla y ya está, no pasa nada: levanta el dedo para agradecer el pase, y a otra. La siguiente ya la enchufará. Pero cuando uno comprueba que la cara de Tamudo está viendo la jugada cómo habría sido si hubiera llegado antes se empieza a sospechar que dentro del delantero ya hay dos personalidades: su realidad y su idealidad. Y cuando se rompe esa unidad del ser, ya es muy difícil volver a recuperar la efectividad. En la vida cotidiana ocurre con frecuencia: quien aspira a algo que puede conseguir, lo consigue; quien se desdobla y aspira a lo imposible ("que me toque la lotería"), deambula por la vida. No sé si Tamudo, grandísimo jugador, conseguirá darle la vuelta a esta situación. Él es un jugador veterano, ya no tiene la chispa que tuvo, y cuando quiere poner en práctica su malicia, los defensas le calan a la legua. Tendría que explotar otras facetas de su juego, que las tiene, aquellas donde la experiencia es la que tumba a la defensa. No obsesionarse —o al menos no dar la apareiencia de que se obsesiona— por ser quien fue, porque ya no llega a donde llegaba.
De todas formas, me gustó mucho el Español que vi anoche. Faltan cosas por conseguir, pero tenemos al mejor entrenador de la liga, así que no hemos de preocuparnos. Se conseguirán.
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