miércoles, 23 de septiembre de 2009

Español 2, Málaga 1


Querido J.: el de hoy ha sido un partido extraordinario. Vibrante, generoso, entregado... Un partido que parecía de la liga inglesa. Siento el resultado —por ti—, porque el Málaga ha hecho una primera parte estupenda, ha noqueado al Español, ha sacado del campo a Verdú y ha enladrillado las bandas. El juego ha estado en el campo del Español sin remedio. El gol ha sido un churro, pero podía haber llagado antes o después más bonito, porque ocasiones ha habido. Recuerdo un remate junto al poste desde la línea del área grande que ha dejado a un estadio tan gritón congelado. En la segunda parte el Español se ha repuesto y ha marcado dos goles. Lo malo del Málaga, que ha seguido jugando bien, es que en ese momento tenía que haber metido una marcha más, un cambio de ritmo... pero el equipo no la tiene. Este creo que es el problema del Málaga: y me temo que es lo que os pasó el domingo pasado en la Rosaleda: empezar ganando y acabar perdiendo. El entrenador plantea un juego muy agresivo, que desborda y que anula al contrario, pero si el contrario consigue rehacerse (y un partido dura 90 minutos: muchos para ser efectivo siempre en el control del juego) carece de plan B, no tiene cambio de marcha, no consigue nuevos recursos (ha hecho los tres cambios, por ejemplo, y han sido totalmente inútiles; el Español, sin embargo, con los cambios ha conseguido acelerar el juego del equipo, cambiar su ritmo, hacerlo más preciso, más eficaz). Este es un problema del entrenador, no de los jugadores. Y produce una desazón que en el Español la conocemos de sobras: jugar bien y perder. Nos ha pasado tantas veces. Lo malo de esta dinámica es que los jugadores se cansan de jugar bien y perder, y pasan a jugar mal. Cuando esto ocurre, el equipo se hunde. Fue lo que nos pasó el año pasado. O se le da la vuelta desde dentro del juego, haciéndolo más efectivo, o... llega el sufrimiento.

El partido de esta noche ha sido también una lección de gran entrenador de Pochettino. El equipo se ha retirado en la media parte dañado: sin haber encontrado su juego y un gol en contra. Además con pinta de que los jugadores estaban cansados. Más que cansados: mentalmente agotados. El Málaga apretaba y el Español se dejaba apretar sin que se le ocurriera cómo salir del cerco. El equipo que ha salido en la segunda parte, sin embargo, parecía otro: no ya combinaba con más sentido, estaba despejado, su juego resultaba certero. ¿Qué ha habido entre la lánguida primera parte y la soberbia segunda? Un rato en el vestuario con el entrenador. La labor de un entrenador que consigue arreglar el equipo en la media parte y devolverlo al campo con otra mentalidad es, sencillamente, admirable. Una lección de fútbol, como la que Cornellà ha tenido el privilegio de contemplar esta noche.

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