El Xerez, que llegaba a Cornellà sin haberse estrenado en la primera división, ha saltado al campo vestido de naranja. Al más ingenuo hasta le parecería que se sumaba a la fiesta de una grada que venía de cantar dos victorias ante equipos notables. Pero el naranja tiene otras metáforas. Y el Xerez no ha dudado en sumarse al festejo, encarnando su color... de garbanzo. Garbanzo en la bota de la delantera del Español. Y sólo el larguero ha impedido, en el tramo final del partido, que pasara de garbanzo a cristal en la bota. Lavorare stanca (trabajar cansa) escribió Cesare Pavese al frente de uno de sus libros y también serviría para cerrar la semana de los tres partidos. Al último el Español ha llegado con dificultades para la intensidad. Aunque este empate no debe empañar los dos partidos, prodigiosos, anteriores.
Al garbanzo y a Paveses se le suma un viejo complejo del Español. Tal como lo denominó Woddy Allen en una memorable película, se trata del complejo de Zelig. De camaleón. Porque jugando con equipos malos, el Español tradicionalmente juega mal; y jugando con equipos buenos, juega bien. Demasiados obstáculos como para sobreponerse a los jugadores pegajosos del Xerez y al agotamiento de los partidos precedentes.
Cornellà, campo emocionado con los hechos históricos que se le acumulan cada semana, quería hoy gentilmente brindar otro: el primer punto del Xerez.
Al garbanzo y a Paveses se le suma un viejo complejo del Español. Tal como lo denominó Woddy Allen en una memorable película, se trata del complejo de Zelig. De camaleón. Porque jugando con equipos malos, el Español tradicionalmente juega mal; y jugando con equipos buenos, juega bien. Demasiados obstáculos como para sobreponerse a los jugadores pegajosos del Xerez y al agotamiento de los partidos precedentes.
Cornellà, campo emocionado con los hechos históricos que se le acumulan cada semana, quería hoy gentilmente brindar otro: el primer punto del Xerez.
Otra historia es la del árbitro, recién llegado a primera, que no ha querido estrenarse pitando, acaso, el primer penalti ocurrido en sus narices. Porque no puede aducir la excusa de que no ha llegado a ese tema en el estudio arbitral: la misma falta que ha ocurrido en el área del Xerez, cinco minutos más tarde se ha repetido en el campo del Español y no sólo la ha pitado, sino que también ha sacado tarjeta. ¿Será que reaccionaba con retraso a lo que ha visto antes y no ha querido comprender? ¿Quién entiende a los árbitros? O mejor: ¿quién los elije? ¿Por qué son todos tan malos?
En cuanto al juego del equipo, lo han hecho bien sin entusiasmar. Han encontrado un campo agreste en torno a la portería adversaria y un área llena de minas. Era difícil entrar por las bandas con efectividad, y más todavía por el centro. Si a eso se suma la imprecisión en los pases por el agobio del garbanzo en la bota, la ausencia del gol se comprende. Aunque se lamente: veintiocho mil gargantas había calentado la voz para cantarlo, y se han tenido que ir a casa sin atisbar siquiera la afonía.
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