domingo, 21 de marzo de 2010

Español 2, Sevilla 0

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El Sevilla es un equipo explosivo. Sus laterales se abren paso echando chispas como un reguero de pólvora y en el área su delantera estalla haciendo añicos la defensa rival. Como es el equipo más televisado en libre, el aficionado de cualquier equipo conoce bien a todos los jugadores y sus respectivas cualidades. Y las admira. A veces más que a los dos grandes presupuestos de la liga. El martes anterior al partido de este sábado el CSK había aplicado al calor sevillano el hielo moscovita. Un control frío, una férula de helor en torno a la incendiaria creación de fútbol sevillista, y el equipo se estrelló tratando de prender fuego a un muro de hielo.
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Este era el único modelo que podía seguir el Español si quería aguar la pólvora del adversario. Condicionó mucho este partido el desgaste —físico y emocional— que sufrió el Sevilla ante el CSK. Sus barriles para hacer regueros incandescentes de fútbol llegaron medio vacíos. En la primera parte ya tuvo que realizar dos cambios: Sin Navas y sin Capel, el Sevilla se quedó sin la mitad de su fuego destructor. Y aunque Perotti realizó un partido sensacional, resbaló una y otra vez en el suelo helado de la defensa españolista (que algo debió aprender, si no del CSK, al menos de la gran nevada barcelonesa del 8 de marzo). Aun así, el Sevilla mantuvo una alineación impresionante. Controló el centro del campo con autoridad en muchas fases del partido, pero —felizmente para el Español— se contentó con ese dominio, perdida de vista siempre la portería de Christian Álvarez, que tuvo menos trabajo del que se suponía a priori. Aunque cuando las contadas ocasiones en las que le llegó, lo supo resolver con maestría.
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El Español fue un equipo un poco menos gélido que el CSK, pero mantuvo la frialdad necesaria para contener al Sevilla durante todo el partido, ofrecerles además —y pese al empeño del árbitro por cuidar a los andaluces más que a los locales— poco balón parado. Y salió al contraataque con verticalidad y belleza. Dos de esas jugadas vibrantes acabaron dentro de la red, y en otras tantas el balón prefirió salirse fuera. Osvaldo marcó los dos goles con la clase que el Español reclamaba para un delantero centro desde que Tamudo inició su súbito declive. Es el jugador ideal para este equipo. Sin él —como ocurrió en tantos partidos de la primera vuelta— el Español se habría retirado con un cero en su casillero. Los dos goles, por cierto, vinieron tras sendos soberbios pases de Fernando Marqués desde la banda, es el extremo —rápido, preciso, imprevisible— con el que los delanteros sueñan. Mayor inquietud presenta el estado de forma de Iván Alonso, que salió en el tramo final del partido —tal vez como una apuesta personal de Pochettino en favor de este jugador al que el Español no puede permitir que se pierda, frente a la grada que clamaba por Ben Sahar, que sólo estuvo calentado—. El estado de forma de Iván Alonso es malo: lento, llega tarde, no cubre, se desubica con excesiva facilidad y para colmo un encuentro fortuito con él lesionó a Javier Márquez, uno de los hombres claves de este equipo, al que no le sobran precisamente centrocampistas.
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Mención especial merece el partido que realizó por la banda derecha Francisco Javier Chica, que estuvo enorme tanto en defensa, preciso y contundente, como el ataque, sirviendo balones en todo momento y taponando pérdidas por el lateral. Dio un recital de fútbol, con clase, con estilo, incluyendo pequeñas acrobacias con pelota en los pies que sólo se permiten los que han sido contratados por muchos millones de euros. Recuerdo aún la primera vez que le vi jugar, en un partido amistoso televisado, ¿de dónde ha salido ese tal Chica que avanzaba con tanto desparpajo por la banda y se convertía en un auténtico sheriff del lateral? De la cantera, me respondió el amigo al que se lo pregunté. Lleva jugando con la camiseta del Español desde los diez añitos. Bienaventurada cantera. Luego Chica sufrió horrores cuando le cambiaron de banda, cuando le sentaron en el banquillo, cuando lo desdibujaron con defensas traídos fuera que no juegan ni la mitad de bien que él. Pero el fútbol también es así: no basta que uno lo haga todo bien, han de creérselo por arriba, y a veces han de hacer sus negocios. Pero cuando Pochettino le ha otorgado la confianza que reclamaba, Chica se ha convertido en el rey del lateral derecho. Alguien gritó anoche en la grada: «Chica selección», y los demás aplaudimos absolutamente emocionados. Chica es una de las palabras mayores ya de este equipo.
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