
El domingo pasado, hacia las siete menos diez, me pregunté cómo habría acabado el partido del Español. Miré al cielo por ver si había algún designio especial en la luz del atardeder romano, y menos mal que se me ocurrió fotografiar ese instante, porque un amigo me confirmó, un poco más tarde, que la luna me había señalado correctamente el resultado. ¿Fue un buen partido?, quise saber; no, fue la respuesta. La caída de la tarde en Roma, sin embargo, sí fue un espectáculo emocionante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario